Certificados de Profesionalidad: «reconocer el saber hacer».
Dice el refrán que, a veces, los árboles no dejan ver el bosque. Con los Certificados de Profesionalidad podría llegar a pasarnos algo así. Tantas ganas teníamos de que existiera una titulación oficial para la #formación para el empleo que quizá no le estemos prestando toda la atención que merece el hecho de que esa titulación lo que va a reconocer es, por fin, la capacidad real de desempeñar eficaz y eficientemente un trabajo determinado.
El sistema educativo español, en su conjunto y con pocas excepciones, siempre ha atendido a privilegiar el «saber» por encima del «saber hacer«. Buena prueba de ello es esa afirmación, tan frecuente entre los titulados #universitarios españoles: » Cuando salí de la facultad, no tenía ni idea de cómo se ejercía la profesión para la que llevaba varios años preparándome».
Los Certificados de Profesionalidad, sin embargo, no siguen ese camino; no en balde, comparten origen con la parte más práctica de nuestro sistema, la Formación Profesional Reglada. Basta con echar un vistazo al vocabulario que manejamos al hablar sobre Certificados de Profesionalidad para darnos cuenta de ello: criterios de realización, cualificación profesional, unidad de competencia, entorno profesional…Todo nos remite al desempeño de una actividad laboral y a la capacidad para llevarla a cabo.
De hecho, en los Certificados de Profesionalidad los índices de contenido no son lo esencial sino solo un medio para alcanzar lo verdaderamente importante, que son las realizaciones profesionales, descripciones bastante detalladas de cómo se desarrollan las diversas tareas que caracterizan el día a día de cada trabajo.
Por supuesto que los Certificados de Profesionalidad todavía tienen una considerable carga teórica, pero ahora todo ese conocimiento solo adquiere sentido si sirve de base al ejercicio de alguna actividad profesional. Es el «saber» puesto al servicio del «saber hacer», con el importante añadido de contenidos propios del «saber ser», del «saber estar», como los relacionados con la Prevención de Riesgos Laborales, el cuidado del medio ambiente o el comportamiento laboral riguroso y honesto, que intentan formar profesionales responsables y comprometidos.
Esta vocación práctica de los Certificados de Profesionalidad también tiene consecuencias en el trabajo de todos los que creamos materiales para la formación relacionada con ellos. Ya no es suficiente con seleccionar los mejores contenidos teóricos, presentarlos de una manera atractiva y acompañarlo de ejercicios prácticos de comprobación de los conocimientos adquiridos. Ahora hay que mostrar cómo se hace cada tarea descrita, hay que dar oportunidad para aplicar lo aprendido…En definitiva, hay que ofrecer experiencias de aprendizaje cercanas a la realidad laboral por medio de recursos didácticos de muy diversa naturaleza: casos prácticos, vídeos tutoriales, foros de debate, simulaciones…
Y en eso estamos.
Jose Luis Bárcenas Hermosilla
Lo fundamental es que la persona que imparta cursos asociados a certificados de profesionalidad tenga suficiente experiencia en las actividades a las que van encaminados, y, no menos importante, lo sepa transmitir a los alumnos. Con un buen formador, los medios pertinentes para formarse y un sistema de evaluación adecuado, el certificado de profesionalidad respondería a los fines para los que ha sido creado. El problema es que con el actual sistema de formación todo cojea. No sé si el cheque de formación subsanaría muchas de estas deficiencias, pero cualquier transformación que se haga me parece que difícilmente empeoraría las cosas. Lo que no es de recibo es que haya centros de formación que, sin ni siquiera contar a estas alturas con una página web decente, impartan cada año decenas de cursos conducentes a estos certificados, muchos de ellos sobre nuevas tecnologías, por paradójico que parezca. Mientras no se corrija esto, se pone en riesgo todo el sistema, damnificando seriamente a los alumnos y también a los centros que tratan de hacer bien las cosas.