¿Teleformación sin telepresencia? No, gracias

Tras la publicación del Real Decreto 198/2013 de 18 de marzo sobre Certificados de Profesionalidad, circula en el sector de la formación un borrador de Orden Ministerial que lo desarrolla, y donde por fin se va viendo luz al “culebrón” de las cualificaciones profesionales y la tan últimamente mencionada formación dual, de la que probablemente terminemos haciendo una mala copia de la alemana.

En dicho borrador se avanza bastante sobre la incorporación al sistema de la Teleformación, indicando cuestiones como los requisitos de las plataformas virtuales, de qué manera se realizarán las evaluaciones, cómo deben ser los contenidos interactivos, llegando incluso a indicar cuántos minutos debe computar por cada pantallazo de ese contenido. En definitiva, que parece que, ahora sí, se está trabajando a fondo en el tema y que la Teleformación va a tener el espacio que se merecía desde hace bastante tiempo.

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Pero, como suele ocurrir muchas veces en este país llamado España, la regulación de la Teleformación no solo llega tarde, sino que llega mal, precisamente por llegar tarde. El borrador plantea los contenidos interactivos como el centro de la Teleformación, cuando estos ya comienzan a ser parte del pasado del e-learning. Y es que el avance espectacular de las redes de comunicación a nivel global le está abriendo las puertas de par en par a la formación en Telepresencia o presencia virtual que, mediante sistemas de multiconferencias, reproducen clases presenciales sin necesidad de que ni profesores ni alumnos tengan que desplazarse, interactuando todos con todos.

Sin embargo, este borrador que, según parece, va a marcar las líneas maestras de nuestra formación dual del futuro, no hace alusión alguna a la Telepresencia o a las clases presenciales online, una metodología que ya está siendo usada por millones de personas en todo el mundo, y que con toda seguridad será la modalidad formativa más usada en los próximos años. Las razones son múltiples, ya que además de la comodidad y flexibilidad que tiene para alumnos y profesores en todos los sentidos, hay que sumar el ahorro económico que va a suponer para particulares y administraciones, algo fundamental con los tiempos que corren.

Nos queda la esperanza de que la administración, esta vez sí, antes de legislar observe qué está sucediendo en la formación en el sector privado más avanzado, e incorpore a esa normativa pautas y referencias para que los profesionales se muevan por estas tendencias actuales que serán las que marcarán el futuro, y que no se queden en las experiencias y prácticas del pasado reciente, que nos llevarán, una vez más, a estar desfasados antes de empezar. Dicho esto, Teleformación sí y ya, pero con Telepresencia.

 

Por Juan Cruzado | Presidente Fundación Vértice

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