El envejecimiento activo, un reto para la formación
A pesar de que la situación actual se plantea con la incertidumbre de hacia dónde se dirige la regulación y aplicación en lo que a dependencia se refiere, sigue siendo imprescindible la existencia de una formación de calidad que permita cualificar a profesionales en el sector sociosanitario en general, y de atención a personas mayores y dependientes, en particular.
Desde que se empezara a hablar de dependencia de manera generalizada, se definió un sector emergente para el que se necesitaba formar profesionales cualificados que pudieran atender a quienes precisan cuidados. Es evidente que el colectivo de mayores no sólo existe, sino que cada vez es más numeroso, y por ende, crece la cantidad de mayores con algún grado de dependencia y que necesita atención y cuidados de calidad.
El perfil del mayor está cambiando y hay que saber adaptarse a él. La esperanza de vida y el mantenimiento de la autonomía es cada vez mayor y, por tanto, asistimos a como personas mayores de 65 años no necesitan cuidados, sino opciones y ofertas que fomenten el envejecimiento activo; y, por otro lado, hay un grupo mayor de personas con más de 80 años que requieren cuidados profesionales.
Hay que adaptarse para dar solución a las nuevas necesidades desde esta doble perspectiva. Por un lado, diseñar iniciativas que fomenten un envejecimiento activo y que pasen por crear una oferta formativa dirigida al colectivo jubilado de mayores de 60 años, personas aun con energía y, sobre todo, inquietudes de aprendizaje. Un colectivo que es potencial beneficiario de acciones formativas dentro del sector como “cuidados no profesionales”.
Y por otro lado, formar a esas personas que tienen la sensibilidad necesaria para cuidar personas dependientes y apoyar a sus familias; para dotarles de la profesionalidad y especialización necesaria para saber qué ayuda, qué apoyo técnico o qué servicio se les debe prestar, y hacerlo con la mejor calidad y los mejores métodos posibles.
De esta manera, la propuesta es adquirir un doble compromiso, pero en una misma línea: fomentar acciones de envejecimiento activo que mantengan la autonomía el mayor tiempo posible; y cuando ya no es posible, garantizar la profesionalidad de los cuidados a través de una oferta formativa sociosanitaria de calidad.
La reflexión pues que debemos hacernos: ¿Estamos en condiciones de controlar nuestro envejecimiento activo utilizando como herramienta la formación y el aprendizaje? ¿Queremos que nuestros futuros cuidadores tengan la formación más variada y completa posible?
Por Tania Cañas Montañés | Responsable de Atención Directa en Vértice Salud