La brecha digital
Durante el proceso de implantación de la red de redes a nivel mundial para ser extendida en la sociedad, a mediados de los ’90 del pasado siglo, uno de los grandes problemas en el desarrollo de la misma, es y ha sido la posibilidad fáctica de su acceso a cualquier persona. Es decir, el acceso no solo a la conexión, sino al hardware y la formación necesarios para su manejo.
A pesar de los escollos iniciales, de la introducción del concepto 2.0 en la red y por ende la democratización del acceso a la información para desarrollar conocimiento colectivo, gracias a uno de los grandes principios de la red: el de compartir; y la introducción paulatina de gadgets como las tablets y los smartphones que nos permiten una conexión total 360, es decir: en cualquier lado y a cualquier hora, durante los 365 días al año; el abismo de la brecha digital sigue siendo un problema en muchos países, y más aún en el contexto de crisis económica que vivimos, en el que la exclusión digital, será uno de los grandes problemas a batir en los futuros años, y especialmente a nivel mundial.
De hecho, la Unión Europea, tiene todo un plan para combatir este problema dentro de nuestras, afortunadas fronteras, a pesar de todo, llamado Agenda Digital dentro de la Estrategia 2020 de crecimiento para Europa, que está totalmente amenazada de verse desplegada con éxito, dados los recortes presupuestarios previstos en la Unión para el período 2014/20, y cuyo futuro se decide en Estrasburgo en el Plenario de la primera semana de mayo de este 2013, recién comenzado.
Pero además, si hay un problema con el acceso tanto a la red, como a los dispositivos, y que seguirá siéndolo en tanto que las nuevas tecnologías se autorreplican tan rápidamente dejando obsoletas las unas a las otras en cuestión de meses (y no solo por la torticera actitud de la industria de las TICs ante la obsolescencia programada); hay otro problema que comienza a vislumbrarse como el gran quebradero de cabeza que puede ser un gran freno para la implantación y el despliegue de nuevas oportunidades de crecimiento económico y de cambio en el paradigma productivo a través de las redes digitales y de lo que significa la monetización y el desarrollo económico de la Sociedad de la Información.
En estos días, especialmente en España dada la situación política en la que vivimos, con un escándalo tras otro que torpedea las bases de nuestra democracia, y que pone en quiebra las bases sociopolíticas de nuestro sistema con el consiguiente riesgo, las redes son un constante hervidero de dimes y diretes, de opiniones y fluctuación continua de… ¿información?
Esta situación recuerda el concepto que Jürgen Habermas definió como fluidificación comunicativa de la política, debido a los desarrollos de interdependencia que la sociedad crea entre sí, para actuar como una red conectada. Pero en este contexto y dicho lo anterior sobre la brecha digital, observamos como nos acercamos cada vez más a otro tipo de brecha, la “Post brecha digital“, la que se abre, no por el acceso, no por el harware, sino la que puede ser más peligrosa socialmente: la de su mal uso.
Y esa peligrosidad no es por lo que se dice, por supuesto que no. Si no por cómo se dice y cómo se usa. Lo que más preocupa, es el mal uso de los recursos del cloud computing, el mal uso de las redes sociales, y especialmente el gran desconocimiento de sus potencialidades. Y no precisamente en el desarrollo de redes de conexión, sino de cómo utilizarlas para generar nuevas oportunidades, para desarrollar nuevos mercados, nuevas profesiones y nuevos proyectos en entornos de innovación social.
Jamás la Humanidad ha tenido una herramienta tan potente (y compleja, ese es su principal problema) y tan infrautilizada. Otro de los problemas a los que tenemos que hacer frente es el desarrollo de nuevos sistemas de formación y de acceso al uso, que enseñen las potencialidades de la red 2.0, con el fin de desarrollar una sociedad mejor, y disminuir los elementos negativos de la red que no son otros que la “infoxicación” y su celeridad, que impide la transformación de la información, mediante los procesos críticos de nuestro razonamiento, en nuevo conocimiento.
Dentro de la Sociedad del Riesgo, que tan bien definió Ulrich Beck, está la necesidad de desarrollar una transición en los estados de incertidumbre que genera la red, en estados de transformación de conocimiento compartidos.
Ese es el reto que tenemos para impedir el nacimiento de la brecha peligrosa, la de su infrautilización e infradesarrollo: la Post brecha Digital.
Por Francisco Luis Benítez | Profesor en Vértice Business School